Colombia tiene 27 especies de tortugas continentales de las cuales 22 son aprovechadas principalmente para el consumo. También se utilizan para el comercio como mascotas y de manera secundaria sus caparazones pintados son utilizados como ornamento, y algunas partes de su cuerpo para preparar medicinas o bebidas alcohólicas. Para las comunidades indígenas y locales tienen una gran importancia a nivel cultural, pues se asocian con mitos e historias ancestrales.
Los huevos y la carne son utilizados para consumo en todos los momentos del ciclo de vida (tortuguillo, juvenil y adulto), lo que genera una presión constante sobre las especies. El uso de tortugas es generalizado en el país, ya que es fuente importante de proteína para las comunidades rurales, campesinas e indígenas, e igualmente por tradición, pues existe una alta demanda de carne de tortuga en ciudades como Montería, Cartagena y Barranquilla, entre otras1.
A pesar del aporte proteico que ofrecen las especies de tortugas consumidas por las comunidades, su nivel de conocimiento es muy limitado. Existen pocos estudios completos sobre su historia natural y usos, que brinden información relevante para su gestión sostenible. Sin embargo, las comunidades manifiestan que las tortugas enfrentan una disminución constante. Así mismo se observa un efecto de sustitución de especies en las cuencas del Amazonas y Orinoco con la charapa (Podocnemis expansa), que al ser la tortuga que alcanza mayor talla, ha sido la más explotada, y su disminución está haciendo que se ejerza mayor presión sobre el terecay (Podocnemis unifilis), especie que le sigue en tamaño.
El tráfico ilegal afecta a las tortugas1. De acuerdo al análisis de las bases de datos de las corporaciones ambientales y de desarrollo sostenible entre los años 2006-2011, 24 especies presentaron por lo menos un decomiso y se observa una fuerte presión sobre cuatro especies: la hicotea (Trachemys callirostris), el terecay (Podocnemis unifilis), el morrocoy (Chelonoidis carbonaria) y la charapa (Podocnemis expansa). La hicotea y el morrocoy son apreciadas principalmente como mascotas, mientras que la charapa y la terecay son utilizadas fundamentalmente para el consumo.
Se han realizado diferentes actividades de control, concientización y educación para los comerciantes, en el marco de la Estrategia Nacional para la Prevención y Control del Tráfico Ilegal de Especies Silvestres. Sin embargo, sigue existiendo este mercado negro a gran escala. Los vendedores son conscientes de la ilegalidad de la actividad, pero como en cualquier mercado si hay demanda hay oferta, por lo que es fundamental que las actividades de educación tengan una mayor cobertura, realizando campañas más que todo para los consumidores.