La discusión sobre qué se ordena y para qué en el territorio en el país, se ha enfrentado a una compleja realidad ecológica, poblacional, económica y social, en donde la lógica económica sectorial y de control político, prima sobre otras visiones, incluyendo la de la gestión de la biodiversidad.
Asuntos críticos. 1. El territorio se ha entendido y gestionado de manera administrativa y sectorial y no como un conjunto de ecosistemas y paisajes continentales y costeros, rurales y urbanos, integrados y diversos. A su vez, no existe una visión territorial regional, sino que prima la visión del municipio como unidad aislada; 2. En este contexto, la biodiversidad no es explícita en el ordenamiento territorial exceptuando el caso del establecimiento de áreas protegidas; 3. El territorio se concibe más como el lugar donde se ubica el desarrollo, en términos de usos, actividades e infraestructuras; no se considera como una construcción social del espacio en donde ocurre dicho desarrollo. e igual manera, esto subordina la relación suelo-subsuelo como soporte integral del territorio; 4. Los criterios de productividad, competitividad, conectividad y eficiencia socioeconómica, han prevalecido sobre consideraciones
“ambientales”, las cuales a su vez han estado más orientadas a disminuir impactos evidentes que el garantizar territorios adaptativos y resilientes. Allí el mantenimiento de la biodiversidad y la generación de servicios ecosistémicos, es fundamental.
Recomendaciones de política. La gestión integral de la biodiversidad debe formar parte estructurante del ordenamiento del territorio como base para el desarrollo y el bienestar humano; para el efecto, debe enmarcarse en estos principios básicos constitucionales: 1. La función ecológica de la propiedad; 2. La función social de la propiedad; y 3. el reparto equitativo de cargas y beneficios.
El considerar al territorio como un socio-ecosistema (como se propone en la PNGIBSE), constituye una oportunidad para integrar la biodiversidad con el ordenamiento y el desarrollo territorial (a escalas locales, regionales y nacionales) generando condiciones de adaptabilidad y resiliencia en el territorio.
Considerar las anteriores recomendaciones permitirá incluir la biodiversidad y los servicios de los ecosistemas en los diferentes instrumentos de planificación y ordenamiento territorial. De igual manera, debe existir claridad en la inclusión de conceptos o determinantes de biodiversidad (ambientales) y umbrales de cambio y transformación para una planificación y manejo integral del territorio (proceso de estructuración ecológica).