Los ecosistemas acuáticos son una gran fuente de biodiversidad y proporcionan servicios ecosistémicos de provisión, regulación de los ciclos de nutrientes y bienestar escénico y recreacional1. La pesca, que a nivel mundial proviene como servicio de alimento en un 58,7% del medio natural 2, en Colombia significó una producción de 79.825 t en el 20113. Así mismo, como actividad económica de sustento4-6 y de seguridad alimentaria, beneficia a 150.000 familias, el 40% de las cuales depende de este recurso en humedales continentales, generándoles ingresos cercanos al salario mínimo mensual3,7.
En Colombia, las áreas de riqueza del recurso íctico para el consumo (ARI) reflejan la diversidad de peces presente en zonas donde se pueden encontrar especies potencialmente extraíbles. Estas áreas son diversas y variadas, reflejo directo de la gran riqueza íctica asociada con la historia evolutiva de las cuencas, la variedad de los nichos ecológicos y la productividad de las aguas del país. Por ejemplo, las cuencas del Amazonas y del Orinoco presentan una alta riqueza en las regiones asociadas con grandes afluentes, tales como los ríos Amazonas, Putumayo, Caquetá, Orinoco, Guaviare, Meta y Arauca5,8, y son reconocidas como un núcleo de diversidad íctica a nivel mundial.
Sin embargo, las ARI no corresponden proporcionalmente con las áreas de provisión para el consumo (API), las cuales contienen los principales sistemas acuáticos dulceacuícolas de los que el país se provee9. Es importante mencionar que la información de las API solo se registra para los puntos de acopio que se consideran más importantes por su actividad comercial, pero no incluye todos los centros de acopio del país. Los mayores niveles de captura por unidad de esfuerzo y elevada producción pesquera en las API están asociados con los sistemas río-planicie de inundación, cuyos hábitats son un ambiente apto para la reproducción y para la cría y protección de los peces10.
De las 173 especies utilizadas para el consumo9, 81 han sido clasificadas en alguna categoría de amenaza, según los criterios de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN)10. La sobreexplotación del recurso, la degradación de sus sistemas acuáticos, la introducción de especies invasoras y los efectos del cambio climático5,7,8 son algunas de las causas que han llegado a reducir la producción pesquera en un 60% durante los últimos 50 años. Por ejemplo, el 84% de la oferta pesquera de la cuenca de Magdalena-Cauca depende de especies amenazadas, lo que hace que la conservación de sus recursos ícticos sea prioritaria.
En términos generales, la tendencia de los recursos pesqueros del país a mediano plazo augura una producción insostenible, junto con sus consiguientes conflictos ambientales y sociales en términos de seguridad alimentaria, deterioro de los ecosistemas y pérdida de la biodiversidad11. Tal escenario podría mitigarse con una gestión efectiva, basada en modelos alternativos y sostenibles de producción pesquera de especies nativas, que eviten la sobreexplotación de especies amenazadas y las invasiones biológicas.