El proceso de transformación de las coberturas naturales de la alta montaña está relacionado, en buena medida, por la expansión de los sectores productivos y por el asentamiento y crecimiento de las poblaciones humanas1,2. La expansión de estas actividades antrópicas disminuye el tamaño y altera la estructura de los ecosistemas paramunos, al tiempo que afecta su fauna, su flora característica y los servicios ecosistémicos que ofrecen, principalmente aquellos relacionados con la provisión y regulación del agua.
Un análisis de los dos periodos de estudio (2000-2002 y 2005-2009) encontró que un 13% del área de los complejos de páramos del país contiene zonas transformadas por actividades antrópicas. Una parte importante se encuentra en la cordillera Oriental, 21% de cuya área paramuna se encuentra transformada. Le sigue el sector de Nariño–Putumayo, con 11% de territorios transformados, y la cordillera Central, con un 10%. Igualmente, en la mayoría de los complejos de páramo hay un aumento en el uso de coberturas para agricultura, pastos y extracción minera.
Se ha propuesto que el incremento de pastos o cultivos implicará la disminución constante de cobertura paramuna, especialmente en complejos como Cocuy y Pisba3. Dicha pérdida está relacionada con fenómenos como el aumento en la frecuencia de fuegos, que responde a las prácticas culturales empleadas durante el establecimiento de cultivos y áreas ganaderas. En el complejo Cruz Verde-Sumapaz se han identificado áreas quemadas que corresponden con el 18% de su área (entre 2001 y 2013), incluso al interior del Parque Nacional Sumapaz4. Por esto se prevé que éstas prácticas generarán disminución del recurso hídrico para los centros urbanos, pues implican una pérdida de plantas involucradas en la retención de la humedad y una alteración de las características del suelo y la vegetación5.
El grado de transformación de los ecosistemas en los páramos debe servir como voz de alerta para que las autoridades nacionales, regionales y locales implementen medidas de seguimiento y control, con miras a regular aquellas actividades que reducen las coberturas naturales. Así mismo, es necesario desarrollar e implementar planes de ordenamiento y estrategias de manejo de áreas naturales, así como revisar los datos que aportan grupos de investigación y la academia sobre tendencias y modelos de cambio. Finalmente, es vital coordinar fórmulas con la comunidad aledaña para promover el mantenimiento y la restauración de sus respectivos ecosistemas.
Una efectiva gestión de monitoreo de la diversidad biológica y de análisis geográfico basado en diferentes escalas y periodos de tiempo, permitirá reconocer los cambios naturales o antrópicos que se presenten en los complejos de páramo. Esto, a su vez, permitirá identificar y priorizar aquellas áreas que estén bajo presión y arrojar luz sobre las posibles causas y consecuencias de su respectiva situación.