Los humedales se caracterizan por ser ecosistemas muy productivos, que además proveen servicios ecosistémicos vitales como la regulación de inundaciones, la filtración de contaminantes, el suministro de agua y alimentos, y la oferta de servicios culturales y espirituales1-4. En Colombia son considerados como ecosistemas estratégicos puesto que garantizan y mantienen el equilibrio de procesos ecológicos básicos5. Tal particularidad los ha convertido en centros de asentamiento humano, lo cual ha precipitado cambios acelerados en sus coberturas y ha causado que más de la mitad de los humedales alrededor del mundo se hayan perdido durante el último siglo6.
En el país, el 24% de las zonas identificadas como humedal, reflejadas en el mapa de humedales de Colombia7, ha sufrido cambios causados por usos antrópicos. Estas transformaciones reflejadas en las coberturas denotan un cambio en el ecosistema, conclusión sustentada por el análisis de imágenes satelitales. Actualmente, la mayor parte de las áreas de humedal están siendo utilizadas principalmente para ganadería y agricultura o han sido deforestadas para la ampliación de la frontera agropecuaria. La minería, la urbanización, la construcción de obras civiles, la degradación de tierras y los incendios forestales también aparecen, en menor medida, como actividades que tienen lugar en estas zonas. En Colombia, este análisis evidencia a la ganadería como la principal actividad sobre áreas de humedal, con 4.000.000 ha usadas para la misma; esta información coincide con los impulsores de cambio de los humedales en otras partes del mundo8-10.
La mayor parte de los humedales temporales y de los de potencial medio y bajo está siendo intervenida7. Esto sugiere que la fuerte estacionalidad de estos tipos de humedales, que implica la ausencia de una lámina de agua durante cierto periodo de tiempo, puede explicar por qué las actividades productivas allí son más frecuentes; probablemente resultado del desconocimiento sobre su importancia ecosistémica y su pertinencia en lo que se refiere a la gestión del riesgo por inundaciones.
La identificación de coberturas antrópicas en áreas de humedal constituye una primera alerta de la magnitud de la transformación del país. No obstante, estos resultados se deben complementar con un análisis de cómo y en qué medida cada tipo de uso puede afectar o no la integridad de los humedales, proceso que se dificulta por las particularidades de cada motor de transformación en las zonas afectadas. Tal es el caso de la ganadería bufalina, actividad para la cual aún no se ha evaluado su impacto y capacidad de carga en Colombia y se desconoce si los humedales pueden soportarla sin alterar su integridad. En contraste, la ganadería trashumante, que ha sido tradicional en la Orinoquia y en tierras bajas de la cuenca del Magdalena-Cauca, ha sido compatible con las dinámicas naturales de inundación y sequía durante décadas. En esta medida, la gestión de los humedales debe considerar políticas diferenciadas en el territorio y específicamente diseñadas para cada tipo de humedal, ya que el uso de las coberturas varía a nivel nacional.
En este contexto, las evaluaciones integrales de la dinámica natural de estos ecosistemas cobran cada vez mayor importancia a la hora de determinar cuáles son las consecuencias de inducir el cambio en zonas de humedal y sus efectos sobre los servicios que proveen a largo plazo.