La generación de energía eléctrica es uno de los principales usos del agua en Colombia3; de ahí que el 71,12%4 de la oferta sea generado a partir de hidroeléctricas. En consecuencia, la principal estrategia para garantizar el suministro de energía frente a un escenario de crecimiento sostenido recae sobre los embalses. De acuerdo con la Unidad de Planeación Minero-Energética (UPME), la generación de energía eléctrica mensual para el primer semestre de 2015 ascendió a 5412,23 GWh, un 3,5% más respecto del 20145. Para satisfacer la demanda de energía a 2029, deberá ampliarse la capacidad actual de generación hasta en un 50%4.
La construcción de embalses para generar energía produce efectos positivos y negativos en términos de los componentes sociales, económicos y ecológicos de un territorio. A su vez, las hidroeléctricas dependen de los servicios que las cuencas proveen, tales como el abastecimiento de agua, el control de la erosión y la sedimentación, y la protección del suelo, entre otros7-11.
Las comunidades bióticas, tanto de los ecosistemas terrestres y acuáticos que son inundados como de los territorios aledaños, presentan cambios en su composición, estructura y funcionalidad. Por tal razón, la construcción de hidroeléctricas ha sido asociada al cambio y la disminución de los servicios ecosistémicos en el área puntualmente afectada, la alteración de la dinámica de la cuenca y el deterioro ambiental: deforestación, alteración del ciclo hidrológico, modificación o pérdida de hábitats, disminución de la oferta de recursos hidrobiológicos7,12-14, sin contar los efectos directos de la operación. No obstante, también se generan procesos positivos como la disminución de la descarga de sedimentos, la creación de nuevos hábitats y el control de inundaciones (dinámica de flujo y pulso derivado de la construcción de la represa)15.
Los costos ambientales producto de la generación de energía eléctrica se han estimado parcialmente en términos económicos hasta por 587 pesos/MWh, considerando algunas externalidades de las fases de operación y construcción16. En contraste, los beneficios que prestan las cuencas (calidad del agua), le representan al sector un ahorro aproximado a 0,059 m/año17. Por ello, la provisión de agua de óptima calidad, por ejemplo, aquella generada en las áreas de parques nacionales, asegura hasta el 50% la demanda del sector18.
En definitiva, para garantizar la sostenibilidad y la competitividad del sector se deben armonizar aquellos usos del territorio que incluyan la gestión de la biodiversidad de manera oportuna19-23. Del mismo modo, es indispensable desarrollar una planificación sectorial y ambiental estrátegica para el manejo integral de la cuenca, que garantice la continuidad de los servicios ecosistémicos24-26. Para tal efecto, deben considerarse tanto los costos ambientales generados por la inclusión de una hidroeléctrica como los beneficios obtenidos, es decir, se debe incorporar la biodiversidad a la luz de inventarios juiciosos, prácticas oportunas de mitigación de impactos negativos (desde la construcción hasta la operación) y actividades de monitoreo de largo plazo en áreas intervenidas y aledañas27-29. Esto presentaría al sector hidroeléctrico como un actor comprometido con el liderazgo y la propuesta de acciones de compensación, a través de procesos de restauración, rehabilitación, generación de información y conservación de procesos ecosistémicos en las áreas bajo la influencia de las represas30-33.