Más allá de la aproximación científica definida por el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC), la gestión de la biodiversidad y el cambio climático debe ser evaluada desde dos visiones diferentes; una convencional y otra innovadora. La primera visión resalta la vulnerabilidad de la biodiversidad debido a los impactos del cambio climático, afectando de manera directa o indirecta la funcionalidad de los ecosistemas. La segunda visión enfoca a la biodiversidad como una solución frente al cambio climático a través de estrategias de adaptación y mitigación, que permitan optimizar la capacidad de resiliencia en el territorio y promover así el bienestar humano1.
Todas las estrategias de adaptación y mitigación al cambio climático deben estimar la biodiversidad y sus servicios ecosistémicos por su valor intrínseco e incluir criterios económicos, culturales y sociales. El reconocimiento de los saberes derivados de las comunidades indígenas y locales fortalecen procesos de incidencia y toma de decisiones, así como la capacidad y término en los diferentes niveles territoriales.
La Adaptación basada en Ecosistemas (AbE)2, concibe la biodiversidad como la principal herramienta para aumentar la capacidad de respuesta de los ecosistemas al cambio climático. Bajo este enfoque la gente, la economía y la cultura hacen parte integral de los ecosistemas, vinculando los sistemas ecológicos y los socioeconómicos. Esta visión fomenta la integración del manejo sostenible, la conservación, la restauración, la conectividad funcional entre ecosistemas y la resiliencia, como estrategias para reducir la vulnerabilidad de las comunidades que dependen de sus bienes y servicios.
El cambio climático es uno de los principales retos a afrontar en este siglo y requiere de un análisis desde varios enfoques, estrategias y acciones. En este sentido, el Plan Nacional de Adaptación al Cambio Climático (PNACC)3 reconoce diferentes perspectivas como la Adaptación basada en Infraestructura (AbI), la Adaptación basada en Comunidades (AbC) y la Adaptación basada en Tecnología (AbT), las cuales son complementarias entre sí y se utilizan en combinación con la AbE para avanzar hacia la adaptación al cambio climático.
El reto es que no solo las comunidades implementen medidas de la AbE sino también los sectores, las entidades territoriales, las autoridades ambientales y el sector privado. Como en todo proceso, es necesario un monitoreo adaptativo que evalúe cómo el manejo y uso sostenible de los ecosistemas mejora nuestra adaptación al cambio climático, a fin de mejorar el diseño de las medidas de la AbE. Para esto, Colombia ya cuenta con algunos instrumentos como las Comunicaciones Nacionales. Actualmente se está desarrollando el Sistema Nacional de Indicadores de Adaptación, con el que se espera hacerle un seguimiento a la gestión e impacto de las acciones que se adelantan a diferentes escalas en el territorio.
La término del cambio climático es hoy una prioridad para la humanidad. Hay consenso en que de ella depende que la temperatura promedio global del planeta no aumente en más de 2º C, o incluso que no sobrepase los 1,5º C, esto para que no se produzcan daños irreversibles sobre los recursos biológicos de la Tierra.
También existe un acuerdo general sobre los beneficios que ofrece esa mitigación, la cual puede hacerse a través del manejo, conservación y restauración de bosques, páramos, humedales o pastizales. Esto permite lograr a mediano plazo una mejor adaptación o aumento de la resiliencia de estos ecosistemas a las sequías ya no tan inusuales, o a las temporadas de lluvias torrenciales, ahora más frecuentes.
Se pueden citar algunos ejemplos que apoyan esta dinámica. Uno de ellos se concentra en reforestar zonas degradadas porque al sembrar árboles se aumentan los reservorios de carbono que se fijará en las plantas y no se liberará en la atmósfera. En este punto es importante entonces pensar en la recuperación y protección aún más intensa de los páramos, donde encontramos grandes reservorios de carbono almacenado en sus suelos, al igual que otros servicios ecosistémicos (regulación de los ciclos hídricos).