Frente al acelerado aumento de la huella humana sobre los ecosistemas y sus impactos sobre la estabilidad de la biosfera y sus servicios asociados, existe una preocupación global creciente por medir y evaluar procesos de transformación y sus efectos1. Para este propósito la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) desarrolló la herramienta de la Lista Roja de Ecosistemas (LRE), que permite evaluar de manera objetiva y estandarizada el estado de los ecosistemas como representación del nivel de degradación ambiental de un área o país.
Colombia no ha sido ajena a la tendencia de impactos ambientales ya que durante varios milenios ha pasado por procesos constantes de transformación del paisaje; en particular, durante el último siglo se ha presentado una aceleración notoria que ha derivado en un sustancial incremento de la huella humana acumulativa que se extiende sobre la mayor parte del territorio, especialmente en las regiones Andina y Caribe2.
Colombia tiene la particularidad de presentar una notable heterogeneidad de ecosistemas pues abarca ambientes que incluyen desde desiertos y sabanas hasta bosques tropicales secos o muy húmedos, además de montañas cubiertas de páramos. Esta alta diversidad de ecosistemas y su complejidad orográfica han producido altos niveles de endemismo y riqueza de especies3,4, que los hace muy susceptibles a la pérdida y extinción de biodiversidad por procesos de eliminación (deforestacion) y fragmentación de los ecosistemas5,6.
Para valorar el nivel de impacto de estos procesos de transformación del país ha surgido la necesidad de construir y aplicar criterios que muestran los efectos y costos ambientales de la transformación de los ecosistemas y sus servicios ecosistémicos. En el año 20157 se elaboró por primera vez para Colombia la Lista Roja de Ecosistemas Terrestres (LRE) basada en los estándares desarrollados por la UICN para evaluar el nivel de riesgo de los ecosistemas8. Esta primera evaluación, de 81 ecosistemas identificados en el país reveló que alrededor del 50 % de los ecosistemas se encuentran en categorías de alto riesgo y están calificados ya sea como En Estado Crítico (CR) o En Peligro (EN), siendo el criterio de la reducción de su área (A-reducción en la extensión y distribución geográfica) el aspecto dominante para su categorización9.
En 2017, a partir de información adicional y ajustes metodológicos, se llevó a cabo un nuevo análisis con la finalidad de actualizar el estado, las vulnerabilidades y las amenazas de los ecosistemas, además de identificar mejor las variables y la intensidad con la que están contribuyendo al colapso ecosistémico.
Esta actualización permitió afinar el análisis de riesgo mediante la ampliación y ajuste metodológico de los criterios C (disponibilidad de agua) y D (desplazamiento y pérdida de procesos de dispersión de semillas y polinización), dando relevancia a los procesos de degradación de los componentes bióticos y abióticos de los ecosistemas. Los patrones espaciales observados explican la pérdida de funciones de dispersión y polinización como una respuesta a cambios o desplazamientos en los rangos de distribución de las especies a causa del cambio climático y la transformación en la cobertura vegetal. El análisis muestra que frente a los cambios climáticos y de uso de la tierra previstos para el futuro, las áreas con mayores tasas de pérdida o degradación de estos procesos se ubican en los Andes, el norte de la Amazonia y sur de la Orinoquia.
Actualmente, 22 ecosistemas (27 %) se encuentran en estado crítico (CR) y pertenecen principalmente a biomas secos, humedales del Caribe y los Andes, además de los bosques del piedemonte llanero. Así mismo, 14 ecosistemas (17 %) fueron catalogados como En Peligro (EN), ubicados en el valle del Magdalena, el piedemonte llanero y el Escudo Guayanés.
Se encontró que para los ecosistemas catalogados como críticos (CR) la degradación del suelo por erosión, el riesgo de incendios y los proyectos de infraestructura son amenazas que afectan a la mayor parte de estos ecosistemas. La degradación del suelo por erosión es un proceso que enfrentan cerca del 100 % de los ecosistemas de categoría En Peligro (EN). Así mismo, la degradación del suelo por erosión le otorga un grado de amenaza a más del 80 % de los ecosistemas en estado Vulnerable (VU). La evaluación final muestra una distribución de ecosistemas críticos en todas las regiones del país, principalmente en el Caribe y los Andes. En estas dos regiones casi la totalidad de los ecosistemas están al menos en categoría Vulnerable.
Con el fin de fortalecer los esfuerzos adelantados para la conservación, es necesario desarrollar formas apropiadas de gobernanza de los ecosistemas, incluyendo instrumentos administrativos y legislativos que garanticen la protección de aquellos ecosistemas en categorías altas de amenaza. Ejercicios como la LRE deben utilizarse para diseñar políticas, tomar decisiones y orientar acciones.
Un primer ejercicio en este sentido fue dar acceso a la información geográfica de la LRE y sus bases de datos a través del portal Tremarctos Colombia ©10, el cual es un sistema en línea que permite una evaluación rápida de conflictos ambientales derivados de proyectos de desarrollo en proceso de planeación.
Sin embargo, la posibilidad de implementar la Lista Roja de Ecosistemas de manera más amplia requiere de:
Aplicación de información abiótica, biótica y antrópica con una metodología definida. |
Valoración y comparación del riesgo de los ecosistemas con criterios cuantitativos estandarizados a nivel mundial, lo que lo hace una herramienta de comparación. |
Complementaria a evaluaciones de riesgo de especies. |
Aplicable a diferentes escalas y en todo tipo de ecosistemas (terrestres, marinos, dulceacuícolas, subterráneos). |
Permite priorizar inversiones en la gestión, restauración y conservación de ecosistemas. |
Contribuye al análisis de riesgos que afectan la integridad de los ecosistemas bajo diferentes escenarios de uso de la tierra y de los servicios que los ecosistemas ofrecen a la sociedad. |
Suministra información a los gobiernos y a la comunidad sobre el logro de objetivos ambientales y de desarrollo sostenible. |
Permite orientar la evaluación de los riesgos e impactos de futuros proyectos de desarrollo. |
La pérdida de los procesos de interacción biótica se analiza en términos de escenarios temporales y los factores de pérdida. En este caso, se analizaron los cambios históricos resultantes de los procesos de transformación de los ecosistemas durante los últimos 50 años también los cambios futuros previsibles por efectos de cambio climático. La severidad se determinó a partir de la proporción de área relativa de las relaciones que se pierden.
La pérdida histórica ha significado una reducción del 35 % del área de ocurrencia de procesos e interacciones bióticas originales. Para el caso de la dispersión de semillas, en 1970 se había perdido aproximadamente un 22 % del área de interacción efectiva entre planta y animal y para 2014 ya se observaba una pérdida del 41 %. En relación con los procesos de polinización, las tendencias de cambio indican una reducción del 13 % en el área de interacciones para 1970 y una disminución total del 28 % en el escenario de 2014.
En cuanto a los cambios futuros se espera que la pérdida de procesos se concentre en el norte de la Amazonia, el sur de la Orinoquia y en parte de la región Andina. De acuerdo con este análisis, para 2050 habrá un área aproximada de 27 millones de hectáreas con una severidad de pérdida alta y muy alta de los procesos de dispersión y polinización.