Desde el siglo XIX, las actividades humanas han sido la principal causa del cambio climático, debido principalmente a la quema de combustibles fósiles y su principal riesgo son los efectos relacionados con un aumento de la temperatura superior a 1,5° C, donde los daños irreversibles a diferentes niveles pueden generar extinciones, pérdida de especies y de ecosistemas. Esta pérdida a su vez se verá reflejada en el riesgo de pérdida de los servicios ecosistémicos ( provisión, soporte,regulación y culturales) que son definitivos para el bienestar humano1.
Para contrarrestar estos efectos y ser más resilientes frente a los cambios del clima, se necesita comprender que en la naturaleza todo está relacionado y que existen interconexiones entre el cambio climático, la sociedad humana, la economía y los ecosistemas. En este sentido, el manejo de ecosistemas, se convierte en una solución para la adaptación y mitigación del cambio climático. Fortalecer las capacidades naturales de los ecosistemas y las capacidades económicas y sociales de las comunidades locales permitirá reducir su vulnerabilidad y la exposición a las variaciones del clima. Así mismo, el fortalecimiento de la gobernanza en múltiples niveles, la capacidad institucional, los instrumentos de política, la innovación tecnológica y la transferencia y movilización de financiación, así como los cambios en el comportamiento y los estilos de vida de las personas son condiciones habilitadoras que mejoran la viabilidad de las opciones de mitigación y adaptación, y contribuyen al el bienestar social, la prosperidad económica y la protección ambiental, es decir al desarrollo sostenible.
Las Soluciones basadas en la Naturaleza (SBN)4, son reconocidas como las principales aliadas para enfrentar los desafíos de la crisis climática, en la gestión del riesgo de desastres que representan soluciones sencillas, de fácil implementación, sistémicas, más costo-efectivas y sostenibles que las medidas tradicionales. Adicionalmente, permiten soportar los modos de vida después de un desastre y son uno de los pocos enfoques que tratan los tres componentes del riesgo por cambio climático: amenaza, exposición y vulnerabilidad.
Colombia viene avanzando en la aplicación de mecanismos para el reporte del progreso colectivo hacia el objetivo mundial relativo a la adaptación, establecido en el artículo 7.1 del Acuerdo de París y al Balance Mundial (artículo 4), con lo cual se busca hacer seguimiento a las acciones de adaptación, mitigación de gases efecto de invernadero y medios de implementación y apoyo. Adicionalmente, se reportan avances en las diez acciones de adaptación en el marco de la Contribución Determinada a Nivel Nacional (NDC) (formulación e implementación de los planes integrales de gestión de cambio climático territoriales y sectoriales, el aumento en áreas protegidas, la delimitación y protección de los 36 complejos de páramos (aproximadamente 3 millones de ha) y cuencas prioritarias con instrumentos de manejo del recurso hídrico con consideraciones de variabilidad y cambio climático). En este sentido, la información del Sistema Nacional de Información Cambio Climático será insumo principal para reportar transparentemente el progreso en los compromisos adquiridos en la NDC.
De manera complementaria, en el marco de los compromisos globales sobre la gestión integral de la biodiversidad ante el Convenio sobre la Diversidad Biológica (CDB), se destacan diversos avances que demuestran la estrecha relación de los retos y respuestas relacionados con la gestión del cambio climático y la gestión de la biodiversidad, entre los cuales están los avances reportados por Colombia sobre las Metas Aichi para la Biodiversidad5 (Sexto informe Nacional de Biodiversidad). Actualmente se adelanta el proceso de definición y negociación del nuevo Marco Mundial para la Diversidad Biológica posterior a 2020 en el contexto del CDB, que se espera sea adoptado en la Decimoquinta Conferencia de las Partes del Convenio y en donde se destaca la Meta 8.
2018. la Ley 1931 de 2018 “Por la cual se establecen Directrices para la gestión del cambio climático”, establece los Planes Integrales de Gestión del Cambio Climático Territoriales (PIGCCT), como los instrumentos a través de los cuales las entidades territoriales y autoridades ambientales regionales identifican, evalúan, priorizan, y definen medidas y acciones de adaptación y de mitigación de emisiones de gases efecto invernadero, para ser implementados en el territorio para el cual han sido formulados. De igual manera establece los Planes Integrales de Gestión Climático Sectoriales (PIGCCS), como los instrumentos a través de los cuales los sectores productivos, con especial referencia a los más relacionados con las emisiones de GEI, identifican, evalúan, priorizan, y definen medidas y acciones de adaptación y de mitigación de emisiones como consecuencia del desarrollo de las actividades productivas.
En la vereda Calle Larga de Calarcá, Quindío, se ha desarrollado un programa de articulación público privada para restauración de la cuenca hidrográfica del río la vieja, que comprende la subcuenca del río Verde y del río Quindío. Con un mecanismo para articular los sistemas agropecuarios con la naturaleza por medio de la restauración ecológica, esta iniciativa ha restaurado más de 10 000 árboles nativos en tres predios privados, integrando iniciativas de ganadería sostenible, regeneración y turismo de naturaleza. Con esta iniciativa, se han fortalecido y conectado los corredores biológicos entre el río Verde y del río Quindío, por medio de grandes vías de infraestructura verde, aportando a la conservación de hábitat como el Yaguarundí, perro de monte, zorritos, zorro collarejo, comadreja, chigüiros, armadillos, zarigüeyas (Monodelphis Adustas), mono aullador, guatines, más de 85 especies de aves, serpientes como la coral y falsa coral, la cazadora verde montañera, entre otras (Jardín Botánico del Quindío, CRQ, 2021). Sin embargo, este paraíso natural con grandes contribuyentes a esta iniciativa se ha visto amenazado por tres factores principalmente, los cazadores furtivos, la minería ilegal, y los efectos del cambio climático. En este proyecto han contribuido actores como Jardín Botánico del Quindío, MinAmbiente, Instituto Humboldt, Ejército Nacional, CRQ, Global Shapers Armenia Hub, donantes privados, propietarios de los predios, entre otros.
Los corales además de ser un ecosistema inigualable, son parte de los ecosistemas estratégicos del estándar global de las soluciones basadas en la naturaleza (IUCN, 2020). Al protegerlos, hacer un uso sostenible y restaurarlos, ayudan a solucionar diferentes problemáticas sociales (Criterio 1 del estándar global) como: el cambio climático en la adaptación y mitigación, también a la seguridad alimentaria, a la reducción de riesgos de desastres, al desarrollo social y económico de las comunidades, degradación de ecosistemas y pérdida de biodiversidad. En este sentido en la bahía de Cartagena en Colombia, desde el 2013 han sido encontrados los corales de Varadero, por la científica Valeria Pizarro, la cual en su investigación menciona que estos corales se encuentran en buen estado, pese a las extremas condiciones ambientales en las que se encuentran y a las diferentes presiones en las que habita, como la gran contaminación de la bahía, los metales pesados, las grandes cantidades de sedimentos provenientes del río Magdalena que son arrastrados por el canal del dique, el flujo marítimo por la la industria portuaria y el calentamiento del mar a causa del cambio climático. Estos corales presentan grandes esperanzas para el fenómeno global de blanqueamiento de corales, y es una gran oportunidad para poder repoblar corales con estas características resilientes al cambio climático.