El bosque seco tropical (BST) constituye casi la mitad de los bosques subtropicales y tropicales del mundo y ofrece sustento a buena parte de la población más pobre a nivel global1. No obstante, aun cuando se reconoce su importancia, es uno de los ecosistemas forestales más amenazados. En América, por ejemplo, dos tercios de los bosques secos tropicales ya han sido transformados en proporciones que ascienden a 95 % en algunos países2.
En el caso colombiano, la distribución original del BST ocupa cerca del 10 % del área terrestre nacional, y sus remanentes, en diferentes grados de naturalidad, apenas alcanzan el 1 %. Estos se encuentran distribuidos en varias regiones naturales del país (Caribe, valles interandinos, Orinoquia, Norandina) que presentan diferentes configuraciones en el paisaje y respuestas de conservación particulares y diversas3. Considerando posibles aumentos de la pluviosidad en los valles interandinos y la escasez de lluvias en las planicies del Caribe, pronosticados por los escenarios de cambio climático, se generaría una alta incertidumbre sobre la permanencia de este ecosistema en el futuro.
El CONPES 3680 del Sistema Nacional de Áreas Protegidas (SINAP)4 priorizó su gestión, y aunque esto llevó a un aumento de su representación dentro de las áreas protegidas en un 70 % entre 2010 y 2020, por encima de los demás ecosistemas del país, continúa siendo el ecosistema menos representado en el SINAP. Adicionalmente, al evaluar el incremento en la conectividad entre las áreas protegidas del BST en este periodo, se encontró que este es mucho menor en comparación con el aumento en representatividad.
Durante los últimos cincuenta años aproximadamente se había considerado que la mejor estrategia para la conservación del BST era la declaración de áreas protegidas grandes, naturales e intangibles; por ejemplo, aquellas asociadas a las categorías del Sistema de Parques Nacionales Naturales (SPNN). Sin embargo, en los últimos diez años el aumento de su representatividad ha respondido a áreas protegidas de escala regional y de carácter privado, usualmente más pequeñas en área y con relativamente altos niveles de transformación.
Vista de esta manera, la creación de áreas protegidas no parece ser suficiente si no se asegura la conectividad entre dichas áreas mediante el diseño integral de paisajes multifuncionales, aunque estén en contextos productivos y transformados donde la restauración y el uso sostenible se definen como principales herramientas de manejo.
Como corolario para el BST, todas las formas de conservación son requeridas, desde las ex situ (colección de germoplasma, arboretos y jardines botánicos y zoológicos) hasta las in situ (declaración de áreas protegidas en contextos de transformación, compensaciones bióticas por proyectos de desarrollo, Otras Medidas Efectivas de Conservación Basadas en Áreas (OMEC) y corredores ecológicos asociados al ordenamiento ambiental del territorio que mantenga funcionalidad y aumente la resiliencia ecológica).