Las tendencias de cambio climático a nivel global y nacional pronostican el incremento de incendios de la cobertura vegetal (ICV) en zonas de incidencia histórica e incluso en zonas donde es un fenómeno poco frecuente1,2. El actual paradigma del manejo integral del fuego3-6 reconoce los incendios de la cobertura vegetal (ICV) como parte integral de los ecosistemas7. En Colombia no hay claridad sobre el papel del fuego para mantener la integridad en los ecosistemas colombianos, pero sí diferentes percepciones. Algunos autores sugieren que el fuego forma parte integral de los ecosistemas pero que su régimen histórico ha venido cambiando8-13. Incluso, en áreas productivas el fuego se concibe como una herramienta para el manejo de la tierra y en zonas más urbanizadas como una amenaza. Convivir con el fuego bajo esta complejidad sociecosistémica requiere políticas que incorporen estas diferentes visiones.
Históricamente las políticas de manejo del fuego se han centrado en suprimir los ICV sin regularizar el uso de fuegos prescritos, e invisibilizando el significado sociocultural del fuego. Ante la incertidumbre de la sensibilidad de los ecosistemas colombianos al fuego, y su papel en estructurar la biodiversidad, entender sus patrones espaciotemporales se convierte en el primer paso para diseñar estrategias de manejo acorde a la complejidad del fenómeno y sus diferentes percepciones. Esta comprensión, en últimas, allana el camino para crear comunidades resilientes a los efectos del cambio global.
Desde 1998 se cuenta con reportes oficiales de incendios14 y para algunas regiones hay estudios sobre su dinámica15,10,11,12,13,16,17,18. Datos de 1998-2016 indican que la mayoría los municipios colombianos presentan tendencias crecientes en el número de incendios (92 %), área total quemada (87 %) y promedio de área quemada por evento al año (84 %). A nivel nacional esta tendencia se replica, con un mayor número de eventos pero de menor área. No se evidencia una correlación con la caracterización del clima en los años reportados, lo cual indica pueden haber otros factores afectando la probabilidad de eventos en Colombia. Uno de estos factores es la falta de control de incendios en áreas productivas, lo que explica la mayor incidencia de incendios en agroecosistemas y áreas ganaderas, también que departamentos con mayor productividad agropecuaria contengan gran parte de los de los municipios con tendencias al incremento de eventos de fuego (Cundinamarca, Boyacá, Tolima, Huila y Antioquia) o con incremento en la tasa de deforestación (Chocó y Antioquia en el Darién, así como en el Putumayo y Meta en el piedemonte amazónico). Las áreas naturales con mayor área promedio quemada por incendio incluyen sabanas, páramo, herbazales, bosque de galería y complejos rocosos de serranías. Cerca del 22 % de los ICV reportados ocurrieron en áreas clasificadas como coberturas naturales en el Mapa de Cobertura y Uso para Colombia20, con 16 % de estos restringidos a territorios asociados a ganadería (según cobertura del 2012) y el 70 % en coberturas naturales. Las consecuencias para la biodiversidad de estos incidentes aún son inciertas.
Estos resultados demuestran que todavía estamos lejos de tener certeza sobre los procesos que explican la incidencia de ICV y sus consecuencias ecosistémicas, lo que limita nuestra capacidad como sociedad de adaptarnos y ser resilientes a los retos que plantea el cambio climático. Un manejo integral del fuego comienza por llenar este vacío y sigue entendiendo que los métodos tradicionales de prohibición, supresión y prevención, por sí solos, pueden ser más dañinos que beneficiosos1,3-7,20-22. En algunas regiones, y para algunas actividades productivas, el fuego es una herramienta utilizada y el manejo integral implica reconocer su utilidad. Conocer el régimen de incendios y su ecología ayuda a la comprensión de las tendencias y al desarrollo de estrategias de gestión para la conservación de la biodiversidad y el bienestar humano.