En las últimas dos décadas, la frontera agrícola de la Orinoquia se ha expandido de 1000 km² a 8000 km² de
área cultivada1,2. Según el Departamento Nacional de Planeación3, más de 150 000 km² de esta
región son aptos para la agricultura, lo que representa aproximadamente el 45 % de la cuenca del Orinoco. Esta
expansión de la actividad agrícola en la Orinoquia plantea desafíos para la gestión del agua. Según el Estudio
Nacional del Agua (2022)4, se espera que la demanda hídrica de la agricultura se duplique para el 2040
debido al aumento en las áreas de cultivo. En particular, se prevé un incremento del 13 % en la demanda de agua para
el cultivo de arroz, una de las principales actividades en la región.
Una modelación hidrológica del desarrollo agroindustrial en la Orinoquia5
revela variaciones significativas en los flujos de agua durante periodos de lluvia reducida y reducciones de hasta
un 85 % en más del 50 % de la cuenca del Orinoco colombiano. En los escenarios más extremos, los ríos Meta, Vichada
y Guaviare experimentarán reducciones en sus flujos de hasta 95 %, 98 % y 50 %, respectivamente. Estos cambios no
solo impactarían la disponibilidad de agua, sino que también podrían alterar los ecosistemas acuáticos y terrestres
que dependen de ellos.
Si se consideraran los efectos potenciales del cambio climático, el panorama resulta aún
más crítico. Las tendencias climáticas para la región indican un aumento en las temperaturas y una disminución en
las precipitaciones, lo que podría exacerbar la reducción de los flujos hídricos4. Estos factores
climáticos, combinados con la expansión agroindustrial, tienen el potencial de generar cambios drásticos en la
hidrología de la región, aumentando la vulnerabilidad de los ecosistemas y las comunidades locales
a eventos extremos como sequías e inundaciones.
Dada la complejidad de los impactos de la expansión agroindustrial, es crucial que los tomadores de
decisiones utilicen herramientas de modelación que ofrezcan una perspectiva integral y detallada de la macrocuenca.
Estas herramientas son fundamentales para simular diferentes escenarios de desarrollo y prever sus consecuencias a
largo plazo, ya que permiten identificar y evaluar los riesgos asociados a la alteración de los flujos hídricos y la
capacidad del ecosistema para soportar cambios.
Así mismo, es urgente que los procesos de planificación territorial adopten enfoques multidisciplinarios que integren
la modelación hidrológica con la planificación del uso del suelo. Esta integración es fundamental para comprender
cómo las actividades agrícolas y la transformación del uso del suelo impactan
servicios ecosistémicos (como la regulación natural de los flujos hídricos) esenciales para el
mantenimiento de los socioecosistemas. Además, es vital para evaluar cómo estos cambios afectan la
resiliencia de los ecosistemas y el bienestar humano frente a las intervenciones humanas. Un
enfoque colaborativo y bien coordinado puede generar estrategias más efectivas y sostenibles, promoviendo un
desarrollo agrícola que respalde la sostenibilidad socioambiental en la Orinoquia colombiana.
