La Orinoquia ha sido priorizada por los últimos gobiernos nacionales como una de las despensas alimentarias del país. En consecuencia, los paisajes de sabana inundable y de altillanura se han transformado en superficies de uso agropecuario (ganadería y cultivos transitorios como arroz), y se espera que esta tendencia se intensifique para 2030, con mayor presión sobre áreas prístinas o con coberturas naturales3. Este panorama plantea el reto de generar soluciones que incrementen la resiliencia bajo formas de intensificación ecológica u otras que logren una mayor adaptabilidad de los sistemas productivos. Para atender dicha necesidad, AGROSAVIA ha trabajado en el diseño de acciones que buscan mejorar la capacidad adaptativa de los sistemas productivos frente a escenarios de riesgo agroclimático, tales como la ganadería de base genética criolla y el cultivo de arroz bajo un modelo bajo en carbono4.
Las razas criollas de ganado como el Sanmartinero y el Casanare tienen características únicas, producto de más de quinientos años de adaptación a las condiciones de los Llanos Orientales. Entre ellas, alta capacidad de conversión de forraje, gran eficiencia reproductiva, poca pérdida de peso corporal y alta resistencia a enfermedades. Esto las hace ideales para zonas que requieren un mayor nivel de conservación, el cual no se puede lograr con hatos ganaderos compuestos por razas foráneas y/o comerciales. Por ese motivo, AGROSAVIA no solo propone sistemas ganaderos de base genética criolla, sino que protege este recurso a través de la custodia de los Bancos de Germoplasma de la Nación.
El arroz es un cultivo fundamental para la seguridad alimentaria nacional y la economía de los territorios, sin embargo, el incremento de la superficie sembrada de este cereal en la Orinoquia (11 000 ha/año) y las prácticas de manejo que potencian su rol como emisor significativo de gases de efecto invernadero (GEI) hacen necesario el diseño de acciones para reducir la emisión de estos gases e incrementar la resiliencia de los agroecosistemas ante factores externos4. El modelo de arroz bajo en carbono propuesto por AGROSAVIA y BioCarbono ofrece una respuesta en esta dirección, ya que se fundamenta en la intensificación ecológica (conocer la oferta ambiental para la gestión de los agroecosistemas) y la implementación de mejores prácticas agrícolas orientadas hacia la ecoeficiencia.
Mediante estas acciones, el territorio puede evolucionar hacia uno climáticamente inteligente, por ende, sostenible, donde se incrementa la biodiversidad por efecto de un ordenamiento predial productivo que libera áreas para la conservación y la rentabilidad, mientras se reduce la degradación de suelo, por efecto de un uso eficiente de fertilizantes (ecoeficiencia).
El ambiente de las sábanas inundables permitió la adaptación de bovinos introducidos por los conquistadores y fijó las características fenotípicas de la raza bovina criolla Casanare: animales de talla media a pequeña, estructura longilínea, pelo corto y extremidades delgadas y fuertes que le permiten recorrer largas distancias buscando alimento. A nivel funcional esta raza se caracteriza por su eficiencia reproductiva, resistencia a enfermedades, longevidad, alta capacidad de conversión de forrajes y tolerancia a condiciones de alta temperatura y humedad. Este recurso genético se encuentra en extremo peligro de extinción, según parámetros de la FAO, debido a su reducido tamaño poblacional (Población efectiva Ne= 285).
La conservación de bosques o relictos de estos, así como la implementación de setos o cercas vivas alrededor de los lotes de arroz incrementa la biodiversidad funcional (o aquella que contribuye directamente a la producción agrícola). En el modelo de producción de arroz bajo en carbono, esta práctica favorece la creación de hábitats para enemigos naturales que ayudan a reducir la incidencia de plagas y enfermedades y, por tanto, la dependencia de agroquímicos que favorecen las emisiones de GEI.
Prácticas sencillas como la incorporación del tamo en el momento adecuado y bajo las condiciones de humedad apropiadas, antes de la próxima siembra, promueven el ciclaje de nutrientes, reducen la dependencia de fertilizantes de síntesis química e incrementan el contenido del carbón orgánico del suelo. Estos aspectos disminuyen los procesos de reemisión de carbono desde el suelo en el modelo de producción de arroz bajo en carbono. Al contrario, la quema del tamo del arroz después de la cosecha, una de las estrategias actuales de manejo, no solo es fuente de material particulado, sino de otras emisiones a la atmósfera: monóxido de carbono, dióxido de carbono, óxidos de nitrógeno, carbono negro y compuestos orgánicos volátiles. Además, esta actividad provoca altas pérdidas de carbono orgánico, nitrógeno y otros micro y macronutrientes, que, al incorporarse, favorecerían el agroecosistema y el modelo de producción de arroz bajo en carbono.