Los dueños de las reservas naturales Yurumí, El Amparo y La Reseda, localizadas en la altillanura del Meta, se
unieron en 2018 para responder a crecientes amenazas como el avance de la frontera agroindustrial, la
degradación de ecosistemas, el conflicto entre humanos y felinos, la fracmentación
del paisaje y la pérdida de bosques. Esta alianza, conocida como el Triángulo del Puma, toma su nombre de la
ubicación geográfica de los tres predios y de una de las especies más amenazadas de la región.
En 2019 la corporación ambiental Cormacarena reconoció la zona como un Área de Importancia Ambiental mediante la
Resolución PS-GJ 1.2.6.19-2674. Ese mismo año inició una colaboración con la entidad alemana GIZ y su proyecto
TONINA, que planteó como objetivos involucrar a la comunidad en actividades de conservación y fortalecer el
corredor biológico entre las reservas para facilitar la movilidad de la fauna y la conservación de
la flora, mediante acciones que promovieran la sostenibilidad ambiental y mejoraran el vínculo
entre la naturaleza y la comunidad local.
En el desarrollo de estas acciones, más de diez familias (en ocho predios que abarcan aproximadamente 6000 ha) se
involucraron en la recolección de datos sobre biodiversidad. De esta manera, se documentaron avistamientos de cuatro
especies de felinos (pumas, jaguarundís, tigrillos y ocelotes), mejorando la comprensión y percepción comunitaria de
estos depredadores clave.
De igual modo, más de cien personas (de treinta instituciones) participaron en once
jornadas de avistamiento de aves y registraron 299 especies. Lo anterior fue posibles gracias a un sistema de
monitoreo participativo que facilita la recopilación y análisis de información sobre fauna.
Además, se utilizó la
herramienta Wildlife Insights para optimizar el procesamiento y la interpretación de los datos, generando un enfoque
más efectivo para la conservación. Estos logros destacan la importancia de contar con registros que validen la
presencia de las especies típicas de fauna en la región y la necesidad de velar por su permanencia.
Por su parte, para fortalecer la conectividad biológica entre las reservas, se sembraron más de
20 000 árboles en colaboración con Cormacarena y se proyectó el trazado de corredores biológicos mediante
sistemas de información geográfica.
La estrategia de conservación implementada en el Triángulo del Puma también incluye acciones como la participación en
eventos regionales, diálogos con la comunidad local para sensibilizar sobre la interacción armoniosa con la
naturaleza y apoyar en actividades de avistamiento, el monitoreo bioacústico y la señalización.
Para asegurar la continuidad y sostenibilidad ambiental, económica y social de proyectos como el Triángulo del Puma,
es esencial contar con el respaldo de entidades locales, regionales y nacionales, así como con el apoyo del sector
privado y organismos de cooperación internacional. En los próximos años, esta iniciativa espera integrar nuevas
tecnologías de monitoreo y fortalecer alianzas que garanticen la resiliencia de los
ecosistemas.