La macrocuenca del Orinoco es una región estratégica debido a su alta diversidad
biológica, ecológica y cultural. En Colombia cuenta con un área de 34 720 832,5 ha, distribuidas en 72 subcuencas de
nueve zonas hidrográficas1,2. Estas características, no obstante, han generado conflictos socioambientales debido a la existencia de diferentes “territorialidades” o formas en que los habitantes ven, entienden y se relacionan con el
territorio3: una productivista, en la que el territorio se entiende como proveedor de recursos naturales que se pueden explotar para generar riquezas;
otra conservacionista, que promueve la protección del territorio para la preservación de la biodiversidad y de los
servicios ecosistémicos que brinda; y una de hábitat, que comprende el territorio como el lugar donde se desarrolla
la vida cultural, social, material y simbólica de las comunidades que lo habitan.
Las conflictividades socioambientales identificadas en la macrocuenca Orinoco se pueden
agrupar en tres grandes tipos: 1) conflictos derivados del uso y apropiación
de territorios indígenas para desarrollar actividades agropecuarias, que emergen de las disputas entre grupos
étnicos y grupos de colonos o empresas agropecuarias por el acceso y uso de los territorios colectivos; 2)
conflictos por la gestión y conservación de áreas protegidas, producto del desencuentro entre las visiones de
conservación del Estado (autoridades ambientales) y las visiones de producción de las empresas petroleras,
agroindustriales, actores armados y algunas comunidades locales; y 3) conflictos asociados con el desarrollo de
actividades de exploración y explotación de hidrocarburos, que surgen por discrepancias entre grupos étnicos,
comunidades campesinas y empresas petroleras.
Las conflictividades socioambientales se caracterizan por la asimetría en el acceso a la
información socioecológica del territorio en disputa. Disponer de información sobre los actores involucrados en un
conflicto socioambiental, sus intereses, prácticas, así como sus formas de comprender, relacionarse y darle sentido
a un territorio y a su biodiversidad, constituye un importante insumo para la transformación positiva de dichas
conflictividades. El acceso a la información y el conocimiento sobre los conflictos permite cualificar el diálogo,
conocer los diferentes intereses y puntos de vista de los actores involucrados, así como sus potencialidades para
aportar a los procesos de transformación positiva de los conflictos.
En estos contextos, contar con información sobre las visiones e intereses en torno al
objeto en disputa es un elemento indispensable para promover espacios de encuentro que contribuyan a la
consolidación de lazos de confianza, potencien la capacidad de innovación y de creación de soluciones o respuestas
creativas a los conflictos. Así mismo, permite la coproducción de conocimientos y propicia lecturas compartidas para
la gestión integral de la biodiversidad.