Las plantaciones de palma de aceite son importantes fuentes de empleo y dinamizan las zonas rurales de Colombia1. Esto
ha llevado no solo a la proliferación de cultivos (aprox. 600 mil hectáreas de palma sembradas en el país)2, sino
también a una creciente preocupación por los riesgos socioambientales derivados de la inadecuada planificación del
paisaje. Frente a este panorama, la incorporación de prácticas de gestión en el diseño de las plantaciones ofrece
oportunidades para fortalecer el balance entre la producción y la conservación de la biodiversidad3, mediante el diseño
de cultivos socioecológicamente sostenibles.
Las prácticas de gestión (p. ej., reforestación, barreras vivas o zonas de restauración y sucesión) pueden cambiar un paisaje de monocultivo de palma a un paisajes agrícolas heterogéneos, lo
cual genera condiciones favorables para la fauna y flora local, los flujos de nutrientes, la dinámica de las plagas y
los depredadores, el microclima y el agua4. Además, los paisajes heterogéneos pueden proporcionar valores sociales (o
aquellos asociados a beneficios no productivos del cultivo), tales como la sensación de bienestar y belleza, el control
biológico, la observación de fauna, la calidad del suelo y la disponibilidad de alimentos, agua y sombra5.
A la luz de estos potenciales beneficios socioecológicos, la plantación de palma aceitera de Macondo, localizada en
Mapiripán (Meta), se diseñó como un paisaje agrícola heterogéneo (mosaico de palma aceitera y ecosistemas locales de
sabanas y bosques riparios), en el que no solo te tuvieron en cuenta atributos paisajísticos, sino también
valores sociales percibidos5,6. Este ejercicio fue posible gracias a un mapeo de hotspots socioecológicos o áreas
de alto valor social, el cual reveló, entre otros elementos, que los trabajadores perciben más valores sociales en
paisajes con mayor conectividad y diversidad (bosques riparios, las palmas más antiguas y el
epiphytarium) que en las zonas más homogéneas de la plantación5. Lo anterior también sugiere que la composición y
configuración del paisaje son elementos fundamentales para mejorar tanto las condiciones ecológicas de una plantación
como el bienestar de los trabajadores.
Al incorporar un análisis de valores sociales percibidos en el diseño del paisaje, la plantación Macondo es un ejemplo pionero no solo para los cultivos de palma, sino también para otros sistemas productivos, ya que evidencia que los paisajes agrícolas pueden ser áreas de producción, conservación y bienestar humano. Sin embargo, para lograrlo, es
necesario una planeación del paisaje que permita un mejor manejo de los recursos a largo plazo, minimizar los impactos negativos y asegurar la sostenibilidad social y ecológica, además de generar beneficios económicos a nivel regional, local y nacional.