El ciclo de vida de poblaciones de peces de agua dulce es afectado por la presencia de embalses dentro de la red fluvial en Colombia, donde el 70 % de la generación de energía eléctrica proviene del uso del agua embalsada y representa el 1,5 % del Producto Interno Bruto (PIB)1. A la fecha se han construido 35 embalses (mayores a 100 MW) que tienen una capacidad instalada de 15,7 GW y en 2018 entrará en operación el embalse Hidroituango, con ~18 GW2.
Hasta mediados de la década de los años ochenta, la mayoría de los grandes embalses se ubicaron arriba de los 1000 m s.n.m., pero debido al crecimiento de la población y de la economía se elevó la demanda de energía y se empezaron a construir embalses por debajo de esa altitud, así como pequeños embalses en las zonas altas de las cuencas1. Con ello, individuos de especies migratorias que viajan estacionalmente por los cauces de los ríos hasta los 1000 m s.n.m. perdieron el acceso a sus áreas de desove. Aquellas especies de peces de pequeño porte, endémicas y con historias de vida poco conocidas que habitan los cauces aguas arriba de los 1000 m s.n.m. quedaron aisladas.
Los peces tropicales de Suramérica han incorporado en sus ciclos de vida estrategias que se sincronizan con los ritmos anuales de los ríos y el sol3. En Colombia hay 1494 especies de peces de agua dulce4, de las cuales 112 realizan migraciones exclusivamente en estas aguas5, también conocidas como potamódromas, y representan los mayores aportes a la producción de la pesca artesanal continental6. Son conocidas las afectaciones a las migraciones de éstas especies y a la producción de los pescadores que de ellas dependen, pero los cambios que los embalses producen en la ictiofauna andina que no es potamódroma y que se localiza arriba de los 1500 m, es desconocido pero dado su elevado endemismo, debe ser una prioridad en las necesidades de conocimiento. Es por esto que en este capítulo nos centraremos en lo que se conoce de las especies migratorias y de interés para los pescadores artesanales, ante la formación de embalses.
El ritmo biológico de las especies potamódromas garantiza la renovación de sus poblaciones con cada temporada de lluvias, así como el sustento protéico y económico para los pescadores y los dependientes de la red de comercialización del producto pesquero. La producción pesquera dependerá de tres factores fundamentales: 1. La conectividad espacial entre los sistemas (ríos, ciénagas, quebradas); 2. La conectividad temporal entre los sistemas acuáticos para llevar a cabo las migraciones (mantenimiento de la dinámica fluvial durante las épocas de lluvia y sequía), y 3. El mantenimiento de las condiciones bióticas y abióticas necesarios para que las especies puedan realizar su ciclo de vida.
Las presas impiden el libre paso del agua y se constituyen barreras que evitan que los peces lleguen a sus lugares de desove habituales. Aguas abajo de los embalses cambia la estacionalidad diaria y mensual del caudal, también se modifica la conectividad entre los planos de inundación y el río principal, así como el transporte de los sedimentos, lo que reduce la entrada de nutrientes y la capacidad biogénica de estos sistemas naturales. Las modificaciones en las crecientes del río y los flujos diarios ocasionan cambios abruptos en el nivel del agua, alterando las señales para la reproducción de los peces migratorios y el éxito del evento reproductivo7.
A pesar de los cambios que significan los embalses para la ictiofauna se ha encontrado que ante la barrera que representa la presa, los peces ingresan por los túneles de descarga permaneciendo allí (1 a 45 días) antes de moverse hacia otros ríos ubicados aguas abajo8 o sufrir de atresia folicular9. Si los ríos localizados aguas abajo de los embalses tienen flujo libre y el caudal es igual o mayor al del río regulado, la oscilación en el nivel del río provocada por la turbinación de la central se amortigua y puede estimular el desove. Esta amortiguación generada por los tributarios no regulados permite que la riqueza de peces se mantenga en el sector aguas abajo de la presa10 y que arriba de los embalses puedan sucederse desoves de especies potamódromas11.
Por lo tanto, los cambios que genera la presencia de embalses en los Andes en la dinámica de los peces, incluyendo aquellas que no son migratorias, dependerá de: 1. La altitud a la que esté ubicada la presa. 2. La disrupción que haga el caudal que pasa por las turbinas en la sincronización del ritmo biológico que asocia la temporalidad del brillo solar con la producción y liberación de gametos. 3. La pendiente longitudinal del cauce del río aguas arriba y aguas abajo de la presa. 4. La presencia de ciénagas que dependan directamente de los aportes del río represado. La construcción y el manejo de embalses que generan energía eléctrica debe considerar todas estas características en detalle, esto permite reducir su impacto y afectación sobre las poblaciones de peces de agua dulce que también son afectadas por otras actividades antropogénicas como la sobrepesca, la contaminación y desecación de los cuerpos de agua.
Apenas el 10 % de la ictiofauna nativa del sistema ribereño andino permanece dentro de los embalses y la riqueza de especies se reduce a medida que se aproxima a la presa11. El éxito de la permanencia de estas especies se debe a que son omnívoras12y su reproducción es permanente dado que sus desoves no se sincronizan con el ciclo de lluvias13. En los embalses dentro de la cuenca del río Magdalena la riqueza de peces no supera las 20 especies nativas y, en aquellos con más de 15 años de formación, ejemplares de las especies potamódromas son escasas en las redes de los pescadores. Al final, la pesquería en estos embalses es sostenida por especies exóticas como la trucha, la carpa y la tilapia y la estacionalidad de su producción depende del nivel del embalse. Entre tanto, que aquellos recién formados, como Hidrosogamoso, aún se capturan especies migratorias. El embalse de Urrá, en la cuenca del río Sinú, podría considerarse como una excepción a este patrón descrito, dado que después de 14 años de haberse formado, se mantiene la pesca de especies potamodrómas debido a los repoblamientos que hace URRA S.A. como un requerimiento de licenciamiento para garantizar el aporte de proteína a la comunidad indígena local1.
Guiados por el caudal a lo largo del año, los individuos de las especies migratorias (potamódromas) se mueven entre los diferentes sistemas acuáticos (ciénagas, caños de conexión, cauce principal y tributarios) de las cuencas fluviales con planicie inundable. Con el paso de la estación lluviosa el nivel de los ríos comienza a descender y el brillo solar aumenta. Esta reducción en el nivel del río es una señal para que peces como el bocachico (Prochilodus magdalenae), la arenca (Triportheus magdalenae), la vizcaína Curimata mivartii y el dentón o mohíno (Megaleporinus muyscorum), entre otros, atravesando el caño de conexión con el río para salir de las ciénagas y, junto con algunos peces como el bagre rayado (Pseudoplatystoma magdaleniatum) y el blanquillo (Sorubim cuspicaudus), que habitan principalmente en el cauce del río, inicien su recorrido río arriba en contra de la corriente hacia sus zonas de reproducción, en algunos casos hasta los 1200 m de elevación15. En estos viajes cíclicos los peces adultos procuran maximizar la sobrevivencia de su descendencia, buscando encontrar las mejores condiciones para el desove, asegurar la fertilización de sus oocitos y la posterior incubación y deriva de sus embriones y larvas. En los ríos Cesar, San Jorge y Sinú, al occidente de los Andes colombianos, la migración se presenta una vez al año debido a que tienen una sola temporada seca, en los ríos Magdalena y Cauca ocurre dos veces ya que tiene dos temporadas secas16.
Nombre científico: Prochilodus magdalenae
Nombre científico: Sorubim cuspicaudus