Los humedales son ecosistemas que debido a condiciones geomorfológicas e hidrológicas permiten la acumulación de agua (temporal o permanente) y dan lugar a un tipo característico de suelo y a organismos adaptados a éstas condiciones. Como sistemas socioecológicos , son el resultado de la coevolución entre las características socioculturales de sus habitantes y el ecosistema1. De acuerdo al Instituto Humboldt8, en Colombia, los humedales cubren el 26 % del territorio continental clasificados en cinco categorías: permanente abierto (8 %), permanente bajo dosel (5 %), temporal (58 %), potencial bajo (12 %) y potencial medio (16 %)2. En promedio, el 75 % de los humedales están conformados por coberturas naturales2 (bosques, herbazales, arbustales y cuerpos de agua) que indican un buen estado de conservación; sin embargo, aproximadamente el 88 % de los humedales del país no se encuentran bajo figuras de protección.
A partir de la evaluación de las coberturas de este ecosistema en el año 20123, se evidenció que los humedales permanentes (bajo dosel y abiertos) poseen el mayor porcentaje de cobertura natural (94 y 88 %, respectivamente) y se encuentran ubicados principalmente en el complejo de La Mojana, en Tumaco (Nariño) y en la región del Darién, formando parte esencial de los medios de vida de estas comunidades. Este tipo de humedal es especialmente frágil, por lo que se recomienda la conservación estricta de sus espejos de agua para garantizar la protección del servicio ecosistémico relacionado con la de provisión3,4. Sin embargo, de acuerdo al análisis, su protección bajo la figura de Parques Nacionales Naturales, solo cubre el 7 % de su distribución, mientras que otras figuras de conservación cubren el 5 %.
Los humedales temporales, los más extensos del país (58 % del total), son cruciales para mantener los servicios ecosistémicos de regulación fundamentales en la reducción del riesgo de desastres por inundación o por sequías4,5, por lo que mantener sus condiciones y dinámicas naturales es determinante para minimizar los efectos del cambio climático6. En el sistema de humedales de la Depresión Momposina, por ejemplo, se han ampliado las temporadas de sequía con consecuencias sobre los cultivos y medios de vida de las comunidades5. Las acciones de gestión y manejo sobre estos complejos deben incluir medidas de adaptación y cambios en la relación entre las comunidades y el ecosistema, tales como la diversificación de los cultivos en los huertos domésticos y la rehabilitación del paisaje de las llanuras de inundación7.
En la región de la Orinoquia, donde los humedales del país se encuentran en mayor proporción, se presenta también una de las mayores tasas de transformación del paisaje -Casanare, Meta y Arauca5-, y es donde se concentra la tercera producción ganadera nacional más importante6. Así, la ganadería es el principal motor de transformación de las sabanas inundables de la Orinoquia y de los humedales en el país5,9. Más de la mitad de los humedales en Colombia se encuentran en coberturas relacionadas con el pastoreo y la tercera parte de ellos en cultivos5. Algunas de las recomendaciones para el desarrollo de actividades ganaderas en áreas de humedal incluyen evitar la acumulación de excretas, regulación en la aplicación de herbicidas, eliminación de plantas acuáticas, regulación en la construcción de diques o canales, rotación de distribución del ganado, entre otras10. Estas alternativas deben evaluarse localmente bajo estudios que determinen la capacidad del sistema de acuerdo a la carga animal.
A pesar del panorama, los humedales potenciales (medio y bajo) pueden articularse con actividades productivas, siempre y cuando éstas puedan asegurar su conectividad y expansión2,3. Cerca de la mitad del área de estos humedales se encuentra en coberturas transformadas y secundarias. Adicionalmente, al ser áreas de inundación eventual, los humedales potenciales resultan indispensables para la reducción del riesgo de desastres.
Se ha encontrado que la transformación de los humedales está fuertemente relacionada con indicadores de pobreza; los humedales más transformados se encuentran aledaños a la población de más bajos recursos en algunas ciudades principales3. Así, las acciones de educación ambiental enfocada en la importancia de los servicios de regulación y provisión que prestan estos ecosistemas, son claves.
Es indispensable que las entidades de manejo ambiental tengan en cuenta el carácter anfibio dentro de sus jurisdicciones y generen estrategias de reducción del riesgo y adaptación al cambio climático, ya que, dependiendo de estas fluctuaciones hidrológicas, algunas comunidades están más propensas a ser amenazadas por eventos climáticos extremos. De lo contrario, ignorar a los humedales en la planificación territorial y en el desarrollo adaptativo de las poblaciones, puede traer consecuencias ecosistémicas, sociales y económicas profundas.