En los últimos años, la estrecha interrelación y profunda dependencia de los sistemas socioeconómicos y de los sistemas ecológicos1 se ha hecho evidente, dando origen al concepto de los sistemas socioecológicos2. En estos hay una interdependencia entre las decisiones y acciones sobre el desarrollo socioeconómico y el impacto de estos sobre los ecosistemas, lo que influye en los índices de calidad de vida humana, la sostenibilidad y la gobernanza en los territorios.
Para responder la pregunta de en qué medida la transformación de los ecosistemas terrestres3 está relacionada con el desarrollo económico y social en los departamentos de Colombia se analizaron variables socioecológicas como índice de huella espacial humana (IHEH)3, el Índice de Desarrollo Humano (IDH), el Índice de Competitividad -Cepal-4 y el Índice de Pobreza Multidimensional. Esto, permitió identificar elementos diferenciales de la transformación en cada territorio, y vislumbrar posibles opciones de gestión integral de la biodiversidad conectada con los procesos de desarrollo económico y social en el país.
A partir de un análisis multivariado se evidenciaron ocho agrupaciones que permiten categorizar a los departamentos del país de acuerdo al comportamiento de las variables consideradas. En el caso particular de La Guajira, el Atlántico, Bogotá y Cundinamarca, se caracterizan por tener comportamientos únicos en las variables analizadas. Los departamentos de Bolívar, Cesar, Córdoba, Magdalena, Norte de Santander, Sucre y Tolima tienen en promedio actividades económicas de alto impacto ecosistémico, mientras que departamentos como Antioquia, Boyacá, Caldas, Quindío, Risaralda, Santander y Valle del Cauca tienen actividades económicas que en promedio han logrado contener el impacto ecosistémico de su desarrollo. Al revisar la tendencia nacional de la relación entre IHEH y el IDH, en tres cortes temporales (1990, 2000 y 2015), salta a la vista la relación existente entre el desarrollo socioeconómico y los ecosistemas terrestres, en especial a partir de los años 2000. Entre 1990 y 2015 todos los departamentos que lograron aumentos en el Índice de Desarrollo Humano incrementaron también su presión y degradación sobre el estado y la calidad de sus ecosistemas terrestres. De esta manera, se infiere que altos niveles de competitividad -como es el caso de Bogotá y Cundinamarca- están acompañados de altos niveles de degradación ambiental, patrón que no es viable para el resto del país. Es recomendable replantear el modelo de desarrollo que se evidencia en los departamentos de Colombia a partir del año 2000, considerando que la dinámica de cada territorio frente a los modelos, políticas y acciones de desarrollo presenta diferencias a nivel socioecológico. De mantenerse dicha trayectoria, teniendo en cuenta la necesidad de recuperación socioeconómica después de la pandemia, se entraría en una senda de alto riesgo de deterioro ambiental.
Una vez comprendido que el desarrollo socioeconómico ha afectado negativamente los ecosistemas, es importante revisar si las tendencias en política pública sugieren mantener la senda de desarrollo tal como se ha hecho hasta hoy -siendo 2015 el dato más cercano a la actualidad-, o si se están proponiendo nuevas formas de desarrollo sostenible desde los recientes paradigmas de las economías sostenibles, economías del conocimiento y del nuevo acuerdo verde, buscando un crecimiento que integre los límites planetarios y la gestión sostenible del capital natural orientados a las transiciones hacia la sostenibilidad desde las visiones propias y capacidades diferenciales de cada territorio.